El paso de un nictálope



Amitriptaliana reposa su sicalíptica figura lejos de la pérgola hecha de marfil y cuyo tejado está hecho con alas de libélulas. Recibe las cartas de Chiara y el misterioso príncipe Schiaccianoci que han iniciado un periplo por dulces tierras espolvoreadas con ceniza volcánica. Amitriptaliana sonríe al oír a lo lejos los zumbidos de las moscas y el canto de las pesadillas de los niños del pueblo: “las canciones del pasado no son buenas, son sólo viejas canciones nada más” Cierra los ojos y espera el paso de un nictálope.