Gas Mask



I DID WHAT I COULD WITH MY GAS MASK
(Isaacs / Leslie) George Formby

Now I'm getting very fond of my gas mask I declare It hardly ever leaves my sight I sling it on my back and I take it everywhere It even comes to bed at night It's been a real good pal to me I must confess And helped me out of many a mess My sister had a lot of socks to mend So she gave me a fat bouncing baby to tend And when I felt it leaking at one end Well I did what I could with my gas mask I bought a farm because I like fresh air At milking time I tried to do my share And when I found the bucket wasn't there Well I did what I could with my gas mask The lady living next door, Mrs. `icks She heard the sirens blow one morn at ten to six She dashed outside in nothing but her nicks But she knew what to do with her gas mask By train I went for a very tiring ride There wasn't any corridor outside And when I felt the turning of the tide Well I did what I could with My gas mask To see old Echstien's (sp?) Adam in the nude I once thought I'd go with my Aunt Ermintrude And when she sniffed and said "How very rude, Still, he knows what to do with his gas mask For years I courted Annabella Price And always found her just as cold as ice Until one night the lass forgot her Ma's advice And I did what I could with my gas mask.

(Ukulele to end.) (Contributed/Transcribed by Bill Huntley - November 2005)

Los Forenses del Arte strike back

(click en la imágen para ampliar)

Escena uno:
Recorríamos uno de los salones vacíos de la vieja escuela como quien planea dónde sería el punto clave para dejar una bomba incendiaria y ver arder todo ese conventillo desde la comodidad de nuestras casas.

- “¿Qué pasa en la escuela?, ¿ah?, ¿a quienes dejan entrar?” habló por fin, Duke, después de dar el último mordisco a su pastelillo.
- “Asumo que la escuela necesita el dinero de la matrícula. Después de eso: no me explico nada” dije, mientras me alejaba de un cuadro horriblemente ejecutado. Era un óleo de un perro acostado en un sillón. Un perro con una mirada lánguida, agónica, que si pudiese tener el “don” del habla, pediría sin dudarlo: “dame bocado, por piedad”

Seguíamos por el mismo salón vacío, mirando cada cuadro que había sido perpetrado. Hasta que, nos quedamos parados frente a un cuadro que, no tenía mayor explicación, podría haber sido el sucesor de los perros jugando al poker, la casa frente al lago. Podría haber sido cualquier cosa.

-Creo que lo pinto apurado, dijo Duke.
-Creo, que intentó dar un trazo apurado, dando pinceladas secas en esta superficie y como que no debió usar tanta trementina, agregué.
-¿Estos óleos son chinos? El color está muy opaco, creo que ha mezclado hasta látex aquí y debe haber dibujado con plumón el boce…
“Los foreeeeenses del arte” dijo Schwarzt, que nos había estado acompañando en silencio por todo nuestro recorrido. Lo dijo como quien anuncia una serie de radio, un show de tv; pero como quien dicta una sentencia malévola y una verdad absoluta: ahí sólo cabía un forense, un médico legista, un fiscal y de ser posible el camión de la morgue del Lima.

Fue genial: nos cagamos de la risa por casi 10 minutos. Algunos de los cuadros fueron cayendo por los tropezones que dábamos producto de tan brutal ataque de risa, los cuadros caían y no hacían mayor ruido que las carcajadas que retumbaban en ese vacío salón.

Escena dos (interiores, el presente, que no fue ayer, pero sí me acuerdo)

Las prisas en el trabajo mercenario son, como se sabe, cosa común. Puedes recibir una llamada en cualquier momento y la negociación siempre es: ¿para cuando?, ¿cuánto hay y por qué tan poco?

Miraba la pantalla mientras el servicio de mensajería automática del ordenador (me niego a hacer referencia al Messenger de Microsoft cómo elemento de recordación único) dejaba encenderse lucecitas de todos los colores. No hay vida en Marte, broder, no la hay. Nick estúpidos, nicks repetitivos, nicks lastimeros, fechas, proclamaciones de libertad (y de esclavitud), llamadas a la desesperación, en suma: el aburrido panorama del humano detrás de la computadora. Nada que ilumine la pantalla, nada que te saque del letargo de estar fosilizándote, bronceándote con la luz del monitor.

Una figura magenta, verde y negro en un avatar me llama la atención a 10000 parsecs por segundo. Acá te saco feérica y diabólica. Romántico y ninfómana pregunto y al toque capturo la imagen, click, ya está, ya estás. Garabateo rápidamente y hago un esquema en grafito (del número 2) sobre bond: papel bond, que también aloja la prepresentación didáctica (para escolares) de una tierna escena familiar, una primera comunión y un niño tomando su sopa. “Todos los días son domingo con ajinomen”, pienso.

La imagen es un regalo entusiasmado, travieso y calentón. Que mejor regalo para tu amante que la estampa de tu cuerpo juvenil que los gusanos algún día habrán de comerse ya pasadito la fecha de vencimiento o, no lo quieran los dioses, mañana si es que no te dejas robar el celular de última generación que veneras y adornas con bling bling.

Otra vez reparo en la imagen virada y tratada con filtros para cubrir la calatería amateur (tan de moda) y pienso en los muslos, en la luz entrando por la ventana escurriéndose por esas cortinas tan horribles que ponen en estos hotelitos. Veo el algo que parece el cordón un televisor, algo que parece un rack para televisor, un cuadrado que parece un televisor y en él, unas figuras: veintidós para ser precisos y con una mancha blanca (que en el original sería de color negro) ¿el mundial?
¿La figurita que regala su estampa está compartiendo escena con un partido de futbol?

Luego dicen, algunas nada más, que no se dieron cuenta, que nunca la vieron venir, que no saben en dónde estaba el error. Ahí estaba pues, en el cuadro completito, en la factura, en el ángulo de la toma, en el desenfoque producto de la prisa.

Los forenses del arte habían vuelto a la acción.